Cuando el número de preinscritos para participar en el concurso para la creación de un espacio de mercado y ocio en La Laguna superó los 300, decidimos que la probabilidad de éxito no compensaba el riesgo asumido, el esfuerzo económico y temporal, para presentar nuestro trabajo. Esto no significa que abandonáramos lo ya realizado, ya que entendemos que todo proyecto es una oportunidad de aprendizaje. Compartimos con vosotros parte del material desarrollado.
El concurso establecía una serie de condiciones muy restrictivas respecto a la volumetría del edificio, fijando los distintos niveles y alineaciones que debían respetarse, limitando la composición formal a la envolvente o a la piel del edificio; casi como si se tratase de una reforma. Por otro lado el programa de usos era complejo y heterogéneo, combinando funciones muy variadas (ocio, administración, mercado, comercio, etc.), para las que se debía encontrar una relación adecuada de uso. Por último, la inserción de un edificio tan contundente en el espacio público, fué considerado por nuestra parte como un factor sensible a priorizar.
La respuesta planteada a estas cuestiones parte de un tratamiento de la envolvente en la que se trabaja con su permeabilidad, ya sea para controlar y definir la iluminación de cada espacio, las vistas o la relación entre espacio urbano y espacio interior. Se plantea en este último sentido que el espacio público atraviese de lado a lado el edificio, en un juego de alturas representativo que permita relacionar las diferentes plazas que rodean al edificio. El interior del edificio está concebido en si mismo como una concatenación de plazas en las que se desarrollan las diferentes actividades, introduciendo el exterior mediante patios y grandes lucernarios. El mercado es entendido como extensión del tejido público, espacio de reunión e intercambio, abierto a la vez que protegido.
La reflexión sobre estos conceptos ha marcado nuestro reciente desarrollo en el campo del comercio y las plazas de abastos. Espacios que durante mucho tiempo se han visto relegados y que en los últimos años empiezan a tener el protagonismo que merecen.
El concurso establecía una serie de condiciones muy restrictivas respecto a la volumetría del edificio, fijando los distintos niveles y alineaciones que debían respetarse, limitando la composición formal a la envolvente o a la piel del edificio; casi como si se tratase de una reforma. Por otro lado el programa de usos era complejo y heterogéneo, combinando funciones muy variadas (ocio, administración, mercado, comercio, etc.), para las que se debía encontrar una relación adecuada de uso. Por último, la inserción de un edificio tan contundente en el espacio público, fué considerado por nuestra parte como un factor sensible a priorizar.
La respuesta planteada a estas cuestiones parte de un tratamiento de la envolvente en la que se trabaja con su permeabilidad, ya sea para controlar y definir la iluminación de cada espacio, las vistas o la relación entre espacio urbano y espacio interior. Se plantea en este último sentido que el espacio público atraviese de lado a lado el edificio, en un juego de alturas representativo que permita relacionar las diferentes plazas que rodean al edificio. El interior del edificio está concebido en si mismo como una concatenación de plazas en las que se desarrollan las diferentes actividades, introduciendo el exterior mediante patios y grandes lucernarios. El mercado es entendido como extensión del tejido público, espacio de reunión e intercambio, abierto a la vez que protegido.
La reflexión sobre estos conceptos ha marcado nuestro reciente desarrollo en el campo del comercio y las plazas de abastos. Espacios que durante mucho tiempo se han visto relegados y que en los últimos años empiezan a tener el protagonismo que merecen.
