Recuperar el COAG


La desafección

Fue a principios del pasado diciembre cuando decidimos, por primera vez, acercarnos a la realidad del COAG; las aguas bajaban turbulentas y quisimos enterarnos, de primera mano, de cuál era la verdad escondida detrás de todos los emails y mensajes referentes a la actualidad del colegio.

Desde que iniciamos nuestra actividad, hemos permanecido distanciados del COAG; pagando puntualmente las cuotas y los dolorosos visados, pero poco más. Entre el colegio y nosotros ha existido una relación de mutuo desinterés. No es algo de lo que nos sintamos orgullosos pero, sinceramente (y es grave), nunca nos hemos sentido parte del colegio de arquitectos, al igual que les pasa a muchos otros jóvenes profesionales.

Pertenecemos a una generación de arquitectos que llega en plena crisis, con una realidad profesional y laboral profundamente devastada. Si el colegio debiera velar por los intereses de nuestro colectivo, ¿qué ha estado haciendo todos estos años? Creemos comprensible el sentimiento de desafección, y más cuando el esfuerzo económico que supone estar colegiado no compensa lo poco, poquísimo, que ofrece la institución.

Desde nuestra perspectiva, actualmente el COAG no es más que una empresa de servicios. Una empresa cara y de la que muchos prescindiríamos,  que se mantiene vigente únicamente porque así lo marca la ley. Sin más datos, y en un clima de extendida indignación, uno puede llegar fácilmente a pensar: “para esto, mejor que no exista.”

El colegio de los arquitectos

Cualquier arquitecto que valore su profesión podrá tomarse unos minutos y reflexionar sobre lo que debería ser para él el COAG. La gran mayoría llegarán a conclusiones muy cercanas a las nuestras:

Defensa del colectivo: el COAG debe ser un grupo que defienda y vele por nuestros intereses; en una realidad de mercado voraz, el colectivo tiene mucho más poder como grupo que fragmentado. Como se ve a raíz de la LSP, el hecho de que otros colectivos sí estén organizados debería ser motivo suficiente para entender esta función como prioritaria.

Deontología: la eficaz persecución de las malas prácticas mejora la igualdad de oportunidades y convivencia entre arquitectos y, por extensión, la calidad de nuestro trabajo. El actual deterioro de nuestra profesión también se debe a las prácticas laborales fraudulentas. El enfrentamiento entre arquitectos debe ser evitado, siendo el COAG un puente para que la justicia actúe y sancione.

Divulgación: La endogamia reinante en nuestra profesión dificulta muchísimo una correcta comunicación con la sociedad. El mensaje suele ir dirigido a otros arquitectos y eso no es divulgación. La sociedad, aquellos para los que trabajamos, debe conocer nuestro trabajo (todos sus campos) y la importancia del servicio que prestamos,  las ventajas e inconvenientes de contratar o no a un arquitecto. Sólo haciendo llegar el mensaje a las personas ajenas a nuestra profesión podremos romper la barrera existente en la actualidad.

Apoyo a la actividad profesional: Es importante que el COAG facilite la vida a los colegiados en su trabajo diario. No vamos a negar que ofrecer cierto grado de servicio sea deseable, aunque esto no puede transformarse en la razón de ser del colegio. Esta función ha de ser un resultado de todo lo anterior, ya que sin actividad no tendrá sentido.

La imprescindible ruptura

Quizás lo dicho en el punto anterior haya sido escrito mil y una veces en diferentes candidaturas para el COAG, todos parecen tenerlo muy claro y muy buenas intenciones, pero al final la realidad se acaba imponiendo. Lo que nosotros percibimos es que el colegio es rehén de su propia estructura, de sus estatutos y, fundamentalmente, de la desidia de sus colegiados. Los cambios necesarios nunca llegan y el colegio subsiste a base de parches que buscan mantener, a toda costa, el estatus actual.

¿En qué momento se empezó a medir el valor del COAG por su patrimonio inmobiliario? 

Todo lo superfluo sobra y ha de ser eliminado para que el colegio comience a ser operativo. Sin un COAG útil estaremos solos, y fuera hace mucho frío. Es el momento de comprometerse, de participar, sólo de esta forma se producirá la ruptura necesaria que permita la regeneración.