La actual sala consiste en un espacio de escasa altura para su dimensión, lo que que le confiere una proporción poco adecuada, además, los materiales empleados le dan un aspecto un tanto frío para el uso que se pretende. Por otro lado, el marcado carácter industrial que tiene la construcción se ve emborronado por una irregular modulación de los pilares intermedios. Para solucionar estas disfunciones se introducen cuatro grandes cajones de enlamados de madera. El objetivo es dividir el espacio mejorando la proporción alto/ancho, obteniendo un espacio más agradable y humanizado, pero manteniendo la diafanidad del mismo. Las cajas, iguales en proporciones todas ellas, cosen los pilares dos a dos, recuperando una modulación regular al tiempo que la madera introduce calidez en el interior del edificio.
El hecho de que cada mes varíe el tipo de mercado (productos, número de comerciantes...) hace necesario dotar a los puestos de cierta flexibilidad. La idea es que cada comerciante puede configurar su espacio, ya que nadie mejor que él sabe como debe mostrar sus productos. Para ello, al mueble-mostrador se le da la capacidad de variar de forma dándole la posibilidad de funcionar como barra o como expositor. Serán móviles pudiendo organizarse al gusto (en función de las dimensiones del puesto) o recogerse y almacenarse si se busca liberar espacio. Las cajas de enlamado servirán como soporte para las repisas posteriores de los puestos pudiendo elegir, cada comerciante, su distribución.
El lenguaje empleado en la sala central se traslada al espacio gastronómico. La barra se plantea como el elemento definitorio del espacio introduciendo en ella materiales existentes en el recinto de los mercados.
